Tegucigalpa, Honduras.- A medida que el 2024 avanza, miles de familias en Honduras , El Salvador y Nicaragua se enfrentan a una crisis alimentaria que amenaza con convertirse en una situación de hambre prolongada. Plagas, lluvias irregulares y el alto costo de vida merman las reservas de los hogares más vulnerables, tanto rurales como urbanos, dejándolos al borde de una lucha diaria por su supervivencia.

Tradicionalmente, este período es conocido por la abundancia de maíz y frijol , vitales para quienes dependen de la tierra. Sin embargo, el informe de FEWS NET de octubre de 2024 advierte que la alegría será pasajera. Aunque de octubre a febrero se espera una mejora estacional en la situación alimentaria, con la recolección de granos básicos, la realidad es que a partir de marzo de 2025, estas condiciones comenzarán a deteriorarse.

Desesperanza en el Campo y las Ciudades

Es una batalla constante; el maíz se pierde antes de que crezca”, comenta don Adán, un campesino de La Paz , que ve cómo su parcela disminuye su capacidad de producción. A su vez, la crisis alimentaria golpea a las ciudades, donde la mayoría de la población urbana depende de la compra de alimentos y del trabajo informal. A pesar de sus esfuerzos, Rosa , una madre soltera de San Salvador, expresa su frustración: “El dinero que gano no me alcanza para alimentar a mis hijos como antes”.

Este éxodo rural hacia las ciudades en busca de empleo parece no tener fin. Sin embargo, la vida urbana no siempre resulta ser la salvación esperada. Las oportunidades laborales son limitadas, y muchos se ven obligados a enfrentar el hambre y la desesperanza en un entorno hostil.

Impacto a Largo Plazo en la Agricultura

La agricultura de subsistencia, que alimenta a la mayoría de los hogares rurales, es extremadamente vulnerable a los cambios climáticos y económicos. El ciclo de producción, que solía garantizar la mayor producción de maíz del año, ha sido afectado por las irregularidades en las lluvias y la falta de recursos para insumos. Las secuelas de fenómenos climáticos como los huracanes Eta e Iota en 2020 aún se sienten en la región.

Con la roya del café y la pandemia de COVID-19, muchas familias se han visto obligadas a endeudarse, cambiando sus medios de subsistencia y enfrentándose a una agricultura frágil. Algunos optan por migrar, mientras que otros intentan diversificar sus fuentes de ingreso, lo que se traduce en una constante lucha por la supervivencia .

La Migración como Último Recurso

Para aquellos que sienten el peso de la pobreza y la falta de oportunidades, migrar se convierte en la única opción viable. Muchos emprenden el arduo viaje hacia el norte, buscando un respiro económico en los Estados Unidos. Las remesas enviadas son vitales para financiar la compra de alimentos y cubrir las necesidades básicas del hogar.

A medida que Honduras, El Salvador y Nicaragua enfrentan esta dura realidad, se observa un aumento en la migración. Otros se suman a los movimientos estacionales de jornaleros que se dirigen a las zonas de producción de café, palma africana y caña de azúcar , buscando aprovechar la demanda de mano de obra temporal, la cual, aunque insuficiente, representa su principal fuente de ingresos durante el año.

Esta crisis alimentaria no solo afecta a los hogares rurales, sino que también se convierte en un desafío nacional, donde la solidaridad y las soluciones sostenibles son más necesarias que nunca para enfrentar esta dura realidad. Redacción Martha C.C.

¡DIOS BENDIGA A HONDURAS!