La expresión de Max Verstappen no pasó desapercibida al término del Gran Premio de Singapur. Entre los que aún tienen opciones aritméticas de hacerse con el título mundial, fue el piloto de Red Bull quien salió de Marina Bay con el mejor botín de la etapa, obtenido entre otras cosas en una pista en la que el uno-dos de McLaren se daba casi por hecho. Sin embargo, Verstappen subió al podio con un lenguaje corporal que no dejaba lugar a interpretaciones, y las razones surgieron después.
Red Bull era consciente de que la carrera se jugaría en los pocos cientos de metros entre la línea de salida y la curva 1. En retrospectiva, la decepción de Verstappen al final de la clasificación es aún más comprensible (acusó a Norris de obstruirle al quedarse delante de su coche durante la vuelta rápida final para crear turbulencias), un nerviosismo alimentado por el conocimiento de que tenía una carrera cuesta arriba por delante. Saliendo desde la segunda posición, las posibilidades de ponerse en cabeza en la primera curva se redujeron drásticamente.
No es ningún secreto que en el circuito de Marina Bay los que salen desde la fila izquierda de la parrilla tienen menos agarre que los alineados a la derecha, siendo la parte más engomada la trazada que utilizan los pilotos tras salir de la última curva.
En Red Bull decidieron jugar la única carta disponible, que era montar un juego de neumáticos blandos en la salida que, según las simulaciones de Pirelli, les permitía ganar dos metros en la primera vuelta en comparación con los neumáticos medios. Desafortunadamente para Max, no fue suficiente. La diferencia de agarre en el asfalto no se compensó con el compuesto más blando, como también confirmaron las salidas de Antonelli (- 2 posiciones) y Hamilton (-1 posición), que salieron detrás del Red Bull.
«Tuve que luchar mucho para mantenerlos vivos», admitió, «necesitaba conseguir un tiempo aceptable antes de cambiar al duro». Los estrategas de Red Bull tuvieron que esperar hasta la vuelta 19 para asegurarse de que podían hacer la parada sin acabar en tráfico, lo que permitió a Russell (mucho más consistente con los neumáticos medios montados al principio) construir un margen de nueve segundos.
En ese momento se desvaneció cualquier posibilidad de ganar el Gran Premio de Singapur y, a pesar de cruzar la meta por delante de Norris y Piastri, la expresión de Max no era la mejor. Tres eran los motivos de su decepción: haber perdido la carrera contra un rival que ni siquiera estaba en el radar en la víspera de la carrera, no haber logrado la pole (por 182 milésimas) debido a un problema que Verstappen cree que fue provocado por Norris y, por último, haber optado por los neumáticos blandos, una elección que le impidió mantenerse a la estela del Mercedes de Russell en el primer stint.