Tegucigalpa, Honduras.- La presidenta del Consejo Nacional Anticorrupción (CNA), Gabriela Castellanos, se pronunció sobre la crisis migratoria de Centroamérica, describiendo a los migrantes como “el último opositor del sistema”, al evidenciar que la democracia de la región está corroída desde dentro y que el voto ya no representa un cambio real.
A través de su cuenta en X, Castellanos señaló que cada semana cientos de centroamericanos cruzan ríos, selvas y desiertos, buscando un refugio que muchas veces no les pertenece. “Más de 580 migrantes en caravanas han salido hacia el sur de México, no para alcanzar la ‘ilusión americana’, sino para establecerse legalmente, trabajar y reconstruir sus vidas”, enfatizó.
La dirigente resaltó que México se ha convertido, en muchos casos, en su primer y último destino, pues los migrantes no huyen por un sueño, sino por miedo, extorsión, violencia, corrupción y un sistema que ha fallado a sus ciudadanos. Según Castellanos, estos movimientos reflejan la descomposición social y política de los países de origen: salarios insuficientes, impunidad para los criminales y gobiernos que arriendan el Estado al mejor postor.
Detalló que detrás de cada migrante hay historias de derrota impuesta: jóvenes que dejaron la escuela por las pandillas, mujeres que huyen de violencia doméstica y terminan violentadas en otras circunstancias, y trabajadores que abandonan sus emprendimientos porque la extorsión se volvió un impuesto nacional.
“El éxodo no es solo un fenómeno migratorio, sino un acto político involuntario. Cada paso de estos migrantes es una protesta silenciosa contra la corrupción, el hambre y la impunidad. Su marcha es una manifestación de pies descalzos que atraviesa fronteras”, explicó Castellanos.
La presidenta del CNA advirtió que el drama migratorio no es pasajero, sino el síntoma más visible de una estructura social y política corrompida y desigual. Mientras los gobiernos continúen favoreciendo a unos pocos, las caravanas continuarán, porque quedarse se ha vuelto imposible para la mayoría.
“Cada niño que cruza un río, cada madre que protege a su hijo y cada hombre que duerme bajo un puente nos recuerda una verdad incómoda: ellos no son los que deben irse, sino los otros”, concluyó Castellanos, haciendo un llamado a reconocer la injusticia estructural que impulsa la migración forzada. La voz de los migrantes se convierte así en un símbolo de resistencia silenciosa, que cuestiona la legitimidad de sistemas democráticos vacíos y la necesidad de transformar la región desde sus raíces. Redacción Martha C.C.