Tegucigalpa, Honduras.- La palabra deportación resuena con fuerza en los pasillos judiciales de Estados Unidos, donde más de 1,000 menores migrantes centroamericanos enfrentan un futuro incierto. Entre ellos, alrededor de 300 niños hondureños están bajo inminente riesgo de ser devueltos a su país de origen, según abogados y defensores de la niñez.

En estados como California, Texas y Arizona, audiencias han sido canceladas y procesos migratorios detenidos, dejando a cientos de niños en un limbo legal. Varios de ellos se encuentran en albergues y hogares temporales, observando cómo sus casos desaparecen sin explicación.

Hondureños en la lista de expulsiones
El proceso comenzó con 76 niños guatemaltecos, quienes fueron trasladados a un avión en Arizona listo para su deportación, hasta que una orden judicial de emergencia logró detener el vuelo en la pista. Sin embargo, fuentes legales aseguran que la misma estrategia se prepara para Honduras y El Salvador, donde 300 menores hondureños y 100 salvadoreños están en la lista de retorno forzado.

Historias que revelan el drama humano
Los testimonios de los menores reflejan el peligro que los espera si son enviados de regreso. Un joven hondureño de 17 años advirtió que quienes lo amenazaron en su país “cumplirán sus amenazas de muerte” si regresa. Otra adolescente, refugiada en California, teme volver porque su familia fue atacada por pandillas en Honduras.

Los abogados aseguran que en su país los menores corren alto riesgo de violencia, maltrato y abandono, lo que contradice los principios internacionales de protección a la niñez y al derecho de asilo.

Defensores legales en resistencia
Organizaciones como el Immigrant Defenders Law Center y el Centro Acacia para la Justicia han interpuesto recursos legales para detener estas deportaciones. Exigen al juez Timothy R. Kelly ampliar la orden de emergencia que bloqueó la primera expulsión masiva.

Se trata de niños huyendo de amenazas de muerte y de entornos de extrema violencia. La conciencia colectiva debería estremecerse con lo que está pasando”, afirmó Shaina Aber, directora del Centro Acacia.

Un pulso contra el tiempo
Mientras el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) y la Oficina de Reubicación de Refugiados (ORR) guardan silencio, los albergues reciben notificaciones de “cumplimiento obligatorio”, obligándolos a entregar a los niños bajo amenaza de sanciones.

Cada día que pasa representa un pulso contra el reloj para estos menores, en especial para los hondureños, cuyo futuro pende de un hilo entre la esperanza de refugio o el retorno al peligro del que huyeron. Redacción Martha C.C.

¡DIOS BENDIGA A HONDURAS!