Shin Fujiyama, el filántropo estadounidense-japonés, ha hecho historia al recorrer 3.000 kilómetros en una travesía épica que comenzó en la frontera entre México y Estados Unidos. Este impresionante viaje, que duró cuatro meses, culminó en la ciudad de Ocotepeque, al occidente de Honduras. La comunidad local le brindó un recibo lleno de júbilo y reconocimiento, celebrando su dedicación y esfuerzo por recaudar fondos para la construcción de mil escuelas públicas, de las cuales ya ha logrado establecer más de 70.
Desde el 15 de julio, Shin ha estado en movimiento, partiendo de Reynosa, México, y atravesando Guatemala antes de llegar a San Salvador. Aunque tenía la intención de reunirse con el presidente de El Salvador, Nayib Bukele, no pudo concretar el encuentro debido a compromisos de agenda del mandatario. Sin embargo, la videollamada que recibió de Bukele, en la que lo felicitó por su trabajo altruista y donó 1.3 millones de lempiras de su propio dinero, fue un momento memorable que destacó la importancia de su misión.
Al llegar a Ocotepeque, el ambiente era festivo. Una multitud de seguidores, familiares y amigos lo abrazaron, emocionados y agradecidos por su esfuerzo. Gritos de aliento como “Sí se pudo” resonaban entre los presentes, reflejando la admiración y el apoyo que ha cosechado en cada uno de los pueblos y ciudades que ha atravesado. La travesía de Fujiyama no solo ha sido una maratón física, sino también un recorrido emocional, uniendo a comunidades en torno a un objetivo común: la educación.
El impacto de su viaje se ha sentido no solo en Honduras, sino también en Guatemala y El Salvador , donde fue despedido con música de mariachis, demostrando el cariño y la admiración que ha cultivado a lo largo de su camino. En cada parada, Shin ha compartido su historia, inspirando a otros a contribuir a la causa de la educación y la mejora de las oportunidades para los jóvenes.
Hoy, Shin se prepara para su siguiente destino: San Pedro Sula, donde espera continuar su misión. La historia de este héroe contemporáneo resuena en cada rincón de Honduras, recordándonos que la determinación y el altruismo pueden marcar una diferencia real en la vida de las personas. Fujiyama se convierte en un símbolo de esperanza, demostrando que cada kilómetro recorrido es un paso más hacia un futuro mejor para las generaciones venideras. Redacción Ruth Corrales R.

