En su refugio de Mar -a- Lago (West Palm Beach), Donald Trump ya definió las líneas rojas de su plan de acción contra el régimen fundamentalista de Irán, que influye en la agenda geopolítica de Medio Oriente con sus ataques terroristas y su avanzado programa nuclear.
La hoja de ruta de Trump para Teherán contempla sanciones económicas destinadas a erosionar su sistema de producción de petróleo y ciertas medidas ejecutadas desde la Secretaría del Tesoro, el Departamento de Estado y el Pentágono para trabar el proyecto más ambicioso de los ayatollahs: la posesión de un arsenal nuclear que le permita consolidar su carácter de potencia regional.
“Trump se ha comprometido a aislar a Irán diplomáticamente y debilitarlo económicamente para que no pueda financiar toda la violencia”, sostuvo Brian Hook, quien en la primera administración Trump diseñó políticas contra Teherán. Y remató: “El presidente Trump entiende que el principal impulsor de la inestabilidad en el Medio Oriente actual es el régimen iraní”.
Las sanciones de Trump apuntaron al líder supremo Alí Jamenei, la Guardia Revolucionaria y el Banco Central de Irán, así como a testaferros que lavaban activos o triangulan armas, drogas y petróleo. La campaña de máxima presión de Trump contra Teherán funcionó como una ariete táctico después de implosionar el acuerdo nuclear que Barack Obama y la Unión Europea firmaron con el régimen de los ayatollahs en 2015.
Este modelo de presión constante a través de la Secretaría del Tesoro, el Pentágono y la Secretaria de Estado será una de los principales ejes de la agenda de Trump para estabilizar la región, proteger a Israel y avanzar en un acuerdo diplomático inédito en Medio Oriente.
Además de las sanciones económicas y financieras contra Irán, Trump perfila dos decisiones estratégicas que se vinculan directamente con Israel y ciertos países árabes que tienen diferencias religiosas y políticas con Teherán.
El presidente electo tiene relación personal con Benjamín Netanyahu y considera que Israel debe aplicar todo su potencial bélico para terminar con las amenazas permanentes de Hamas, Hezbollah, la Jihad Islámica y los Hutíes de Yemen, que son financiados por Irán.
“Israel tiene que hacer lo que deba hacer”, opinó Trump cuando aún se debatía entre los asesores del premier Netanyahu, si había que atacar objetivos iraníes vinculados al proyecto nuclear y al sistema petrolero de los ayatollahs. En esa época, un mes antes de los comicios en Estados Unidos, Joe Biden rechazó que Israel avanzará sobre las refinerías y los laboratorios de Irán.
Biden es Pato Cojo y Trump está a 71 días de sucederlo en el Salón Oval. Netanyahu ya tiene las manos libres, y en caso de un eventual ataque de Irán, el primer ministro israelí podría atacar los objetivos estratégicos que la administración demócrata había exigido que se saltaran para evitar una posible guerra total en Medio Oriente.
La autorización tácita de Trump -que se complementaría con la entrega de bombas de 1.000 kilos que trabó Biden-, implica un importante cambio estratégico en la región: el presidente republicano quiere usar a Israel como proxy de Estados Unidos contra Irán, un decisión política que puede convertir a la región en un caos inédito.
La propuesta de Trump tiene su lógica interna: si Irán ahora ataca directamente a Israel, porque Jerusalén no podría replicar in situ sus constantes actos terroristas, que autoriza el líder espiritual Alí Jamenei.
Junto a las futuras sanciones económicas y al aval tácito a Netanyahu para atacar objetivos nucleares y petroleros en Irán, Trump busca consolidar una agenda regional que incluya un acuerdo de paz entre Israel y ciertos estados árabes que exhiben diferencias políticas y religiosas con el régimen chiíta.
Este acuerdo de paz sería protagonizado por Arabia Saudita, que estuvo a semanas de reconocer al Estado de Israel. Pero Irán, Hezbollah y Hamas atacaron territorio israelí el 7 de octubre de 2023, y ese histórico gesto saudí quedó suspendido en el tiempo.
Trump asume que será muy difícil cerrar un acuerdo en Medio Oriente cuando continúa el conflicto en Gaza, hay una guerra sin declarar en Líbano e Irán aún cavila un posible ataque aéreo sobre Israel. Pero el presidente republicano confía en Arabia Saudita para avanzar en un pacto diplomático que puede implicar un retroceso regional para Teherán.
El programa de Trump contra Irán empezará el 20 de enero de 2025: su día de asunción como Presidente número 47 de los Estados Unidos.
Con información de Infobae